¿Cómo se relacionan la alimentación y las emociones?
Existe una gran relación entre la alimentación y las emociones. En entregas anteriores ya hemos hablado de la relación entre el cuerpo y la mente.
La mayoría de las investigaciones relacionadas con la alimentación se centran en cómo nuestros hábitos alimentarios afectan a nuestra salud física (pero no tanto en cómo afectan a la salud mental) y se nos repite constantemente que una dieta equilibrada es un factor esencial para disfrutar de una buena salud y bienestar.
Sin embargo, ya sabemos que, en muchas ocasiones, la dieta y el ejercicio físico no suelen ser suficientes para lograr un estilo de vida saludable y mantenernos en un peso adecuado para nuestra salud.
Para lograr los retos que nos proponemos tenemos que ahondar un poco más en aspectos que tienen que ver con la manera que tenemos de relacionarnos con la alimentación y trabajar a nivel de emociones, estado de ánimo, autoestima, obstáculos, creencias, estereotipos de belleza, etc.…
A pesar de que la alimentación es una necesidad vital para la supervivencia, las personas (al menos en nuestra sociedad) no nos alimentamos con una finalidad exclusivamente fisiológica. Nuestra conducta alimentaria se relaciona con factores culturales, sociales, psicológicos, económicos o geográficos.
Y seguro que esto lo hemos experimentado personalmente en más de una ocasión, y es que nuestra ingesta de alimentos no solo se relaciona con la sensación de hambre o saciedad, sino con factores emocionales como el estrés, la preocupación, la tristeza, el aburrimiento o la excitación.
Tomar consciencia de la alimentación y nuestras emociones
Por lo tanto, y debido a esta relación entre la alimentación y las emociones, el foco del trabajo no está en las calorías que ingerimos y quemamos, lo más importante es hacer un trabajo personal y consciente por conocernos, escuchar nuestras necesidades reales y abordarlas de la mejor manera posible, con el cariño y la amabilidad que nos merecemos.
En este programa, con el acompañamiento de una nutricionista y una psicóloga, estamos aprendiendo no solo a nutrir nuestro cuerpo, sino también nuestra mente y nuestro espíritu.
Para comprender mejor todo este proceso de crecimiento personal y autocuidado, os propongo una metáfora que creo que puede ser muy aclaradora:
“Vamos a imaginarnos cómo cuidamos una planta.
La regamos de forma regular, tenemos en cuenta la climatología y la adaptamos a sus necesidades, la nutrimos con el abono y la tierra que necesita y le ofrecemos nuestro cariño incluso diciéndole cosas bonitas. Así, observamos y esperamos pacientemente cómo crece, florece y se marchita, aceptándolo como un proceso vital.
Tú eres tu propia planta. Riégate, nútrete, háblate bonito y florece”
Saber identificar los tipos de hambre
Tipos de hambre:
– Física: Nos avisa de una necesidad real del cuerpo.Aparece de manera gradual, se calma al ingerir cualquier alimento y genera sentimiento de satisfacción.
– Emocional: La comida la utilizamos como herramienta habitual de gestión de nuestras emociones, para aliviar el estrés, como recompensa por un logro, o por mero aburrimiento. Aparece de manera repentina y no se calma, aunque nos saciemos físicamente. Suele generar sentimientos de culpabilidad.
– Mental: Suele aparecer ante creenciasautoimpuestas o educacionales, así como ante justificaciones para autoconvencernos. Se expresa a través de “tengo que” o “debería”. Por ejemplo: “no puedo dejar comida en el plato, debería comérmelo todo” o “tengo que comer porque me toca”.
– Sensorial: Aparece cuando la comida nos llega a través de los sentidos (vista, olfato u oído) aunque no presentemos hambre física. Este fenómeno es muy utilizado en los medios de comunicación y la publicidad.– Celular: Son tendencias innatas ante déficits puntuales del organismo, nos suele apetecer repentinamente dulce para conseguir energía o salado para evitar la deshidratación
Relación de las emociones y la alimentación
Cambiar la relación que tengo con la comida:
Consiste en aprender nuevas dinámicas de relación con la comida que nos generen satisfacción en lugar de sentimientos de culpa o vergüenza.
Aceptar (sin juzgarnos, con amabilidad y comprensión) que todo lo que hemos experimentado hasta ahora ha sido desde nuestra mejor versión, no hemos sabido afrontarlo de otra manera y, a partir de este momento (cada persona sabe cuál es su momento), vamos a adoptar una actitud de responsabilidad amable hacia nuestros hábitos y decisiones, permitiéndonos ir a nuestro ritmo y descubriendo nuestras necesidades reales de autocuidado.
Practicar la “alimentación consciente” (Mindful eating)
Comer prestando atención plena a nuestras sensaciones corporales, nuestros pensamientos y emociones para conectar de manera real con nuestras necesidades y alimentarnos de una manera más saludable.
– Dedicar el tiempo necesario a comer (comer sin prisa y masticando bien).
– Respetar las rutinas y los horarios de las comidas.
– Conexión con el cuerpo y reconocimiento de necesidades.
– Actitud de compasión y amabilidad con nosotros/as mismos/as .
“La locura es hacer siempre lo mismo esperando resultados diferentes” (A. Einstein)
Sandra Barceló
Psicóloga-Formadora. Col. COPC22270