Hemos hablado durante todo el programa de mirar hacia dentro, conocernos, saber qué necesitamos, cuidarnos, tratarnos de manera amable y respetarnos para poder lograr nuestros objetivos. Quizá es un buen momento para retomar el artículo de la primera semana sobre mantener hábitos de vida saludable , o el de la sexta semana que hablaba sobre actitudes protectoras: autoestima, autoaceptación y compasión . Después de todo el proceso y el trabajo realizado, estoy segura de que lo leerás con otra visión.
Además, también hemos ido ofreciendo diferentes herramientas para trabajar y desarrollar actitudes que nos puedan servir para mejorar nuestra salud, nuestro bienestar y nuestra calidad de vida. Todo esto enfocado desde un punto de vista activo a nivel individual, es decir, de asumir las responsabilidades de nuestra vida, tomar las riendas de nuestro propio proceso y saber que mi salud depende, en gran parte, de las decisiones que tome cada día al respecto.
A pesar de todo esto, es posible que me cueste poner en práctica todo lo trabajado, ¿qué pasa cuando lo intento y no me sale bien o cuando no me siento con fuerzas para ponerme en marcha?
¿Qué es la tolerancia a la frustración?
La frustración es una emoción compleja que tiene que ver con una mezcla entre rabia, enfado, tristeza, ansiedad o miedo y se produce cuando no se cumplen nuestras expectativas o no podemos lograr lo que queremos o deseamos.
La tolerancia a la frustración tiene que ver con la capacidad que tenemos de afrontar los problemas o las dificultades y limitaciones que nos aparecen durante el proceso (durante nuestra vida), gestionando las sensaciones o emociones desagradables que puedan generarnos y buscando maneras alternativas de lograr nuestros objetivos.
Es importante tener en cuenta dos cosas:
– La tolerancia a la frustración es una habilidad, por lo tanto, como cualquier habilidad, no es innata, es aprendida y eso quiere decir que se puede mejorar y trabajar a través de la práctica. (Sí, efectivamente, ¿cómo se aprende a tolerar la frustración?, poniéndome en situaciones en las que sienta frustración y trabajando mi manera de afrontarla)
– La tolerancia a la frustración está relacionada con el control de los impulsos y con la capacidad de adaptación y la flexibilidad. En este sentido, una persona con baja tolerancia a la frustración será más impulsiva, tendrá menos capacidad para demorar la gratificación (buscará una rápida e inmediata estimulación de su sistema de recompensa), tendrá menos paciencia y por lo tanto menor capacidad para adaptarse a los cambios y actuar con flexibilidad.
Si acabamos de detectar que una buena estrategia sería trabajar en la mejora de nuestra tolerancia a la frustración, ¿qué podemos hacer al respecto?
Actitudes: constancia y flexibilidad
Como también hemos ido comentando en entregas anteriores, el secreto está en encontrar el equilibrio entre los polos opuestos, reconocer el valor de cada uno y buscar la manera de hacerlos encajar.
Está bien tener disciplina y mantener nuestros objetivos contra viento y marea, aunque esto también nos puede llevar entrar en el bucle de la autoexigencia, al sobreesfuerzo y finalmente al agotamiento. Por eso es importante adoptar una actitud flexible, con capacidad para revisar mis objetivos y reenfocarlos cuando considere que es necesario. De esta manera, me escucho, me respeto y me concedo el permiso para rectificar.
“El secreto está en mirar hacia dentro, conocerme, respetarme y tratarme con afecto y compasión”
En este sentido, la aceptación también es una actitud importante en este proceso, darnos cuenta de que hay cosas que no podemos controlar, soltar esa necesidad de control y aceptar que, en ocasiones, las cosas son como son, nos va a ayudar también a sentirnos más en calma con nuestras circunstancias.
“Los problemas son los que son, la cuestión es cómo yo me relaciono con ellos”
Autoafirmaciones para repetir y reflexionar:
– No puedo conseguir todo lo que quiero
– La vida no tiene que ser fácil
– Las personas o las circunstancias no deben tratarme de manera justa
– Me doy permiso a equivocarme
– Aprendo de mis errores
– Me acepto, me escucho y tomo decisiones que me ayudan a cuidarme
Sandra Barceló
Psicóloga-Formadora Col. COPC22270